El sábado estuvimos viendo el espectáculo de Carlitos, un humorista atípico que combina el stand-up americano más absurdo con canciones frikis y desquiciadas. Dicho así parece un verdadero coñazo, pero la verdad es que el tipo se lo curra y alcanza grandes niveles de delirio y risas.
Más o menos a la mitad del show, sacó una libreta y un bolígrafo y escribió el nombre del pueblo de eme y el del local y nos animó a ponerle unas palabras, un email (asegura que responde siempre), unos comentarios o, directamente, a escribir algo gracioso que nos hubiese sucedido para, textualmente, ahorrarle trabajo al idear nuevos chistes. Comentaba que está dando vueltas por toda la piel de toro con el espectáculo de Cafés del humor y que su vida es completamente nómada, que pasa un día en cada sitio y que, de vez en cuando, se mete en algún lúgubre cibercafé para responder los comentarios que tiene en la libreta, rodeado de niños que juegan al counter y gritan ¡cúbreme! o ¡vienen por detrás!, con lo que suele ser breve y conciso, rallando en el laconismo. Yo prometí dejarle una reseña aquí y estoy cumpliendo esa promesa.
La sorpresa vino hoy martes, al volver a casa y abrir el correo (323 mensajes sin contar el spam, una locura), me encuentron con la respuesta de Carlitos. Tal y cómo contaba, breve y conciso. También me he dado una vuelta por su página web y me ha sorprendido ver que antes de dedicarse a contar sus problemas subido a un escenario era arquitecto. Todo un cambio de aires.
A mí, personalmente, me hizo reir mucho y bien, sin recurrir a lo zafio y volvería a verlo actuar sin dudarlo.
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