Hubo un tiempo en que el indio dominaba nuestras vidas, calmaba nuestros dolores y era uno más de la familia. Hace ya tiempo de aquellos días, pero aún hoy llega hasta nosotros la llamada… ¡te oigo, maestro!
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diego
Pues eso, alguien loco, con cinismo, pleno de deseo y vacío de saliva de tanto gritar en el desierto.
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