vengo de jugar un partido de futbito con las gentes del trabajo y, todavía, me encuentro en estado de shock. uno de los asistentes ha conseguido devolverme a la infancia, al patio del colegio.
cuando uno juega al fútbol con un grupo de amiguetes y compañeros, no se espera un comportamiento tan sumamente agresivo y dominante. Tuve un compañero de colegio (un buen amigo, a pesar de todo), cuyas ánsias competitivas eran demasiado fuertes: si no ganaba siempre, se enfadaba con todo el equipo. se pasaba los partidos chillando y dando órdenes y siempre se autoerigía el capitan, delantero y líder del grupo. era muy
completito, a pesar de tener doce años. siempre ponía el balón, porque el suyo siempre era el mejor, el último y siempre ha estado vinculado a ese deporte que dicen que es el rey (y yo pensando en juancar…).
huelga decir que, con la banda de amigos que se buscaba, no ganábamos ni para cromos, así que tampoco nos hablaba durante unas horas.
yo voy a jugar partidos para moverme un poco, para sudar la camiseta y terminar sonriendo, no para arrasar a mis compañeros de trabajo. pero debo ser el único.