Estos días andamos incordiando con la voz sobre IP, voIP o como se quiera decir. Es un invento estupendo que, con la compra de un micrófono de 2,40 â?¬ y una precarga de 5â?¬, nos permite realizar llamadas a teléfonos fijos sin coste alguno. A mi madre, las cosas como son, le encanta. No sabe cómo funciona y tampoco le interesa, pero sí sabe que yo puedo llamarla a casa y estar hablando durante media hora sin más, porque sí y sin que me cueste un duro (o tres céntimos de los ahora) y eso es lo verdaderamente importante. A veces me recuerda al anuncio de telefónica de las niñas internas en un colegio inglés, cuya máxima preocupación es que su madre tiene quince minutos diarios de charla por obra y gracia de la operadora predominante.
Hasta ahora y por motivos de rapidez y compatibilidad (con el programa que usa mi primo, por ejemplo) estamos usando el VoIP Buster que es, a todas luces, sencillo, rápido y eficaz. Nos trae la voz alta y clara, con mucha nitidez y sin cortes. Eso sí, también me he creado una cuenta en Skype (soy nimhix, por si hace falta), el mayor y más famoso proveedor de estos servicios, el que dió el pelotazo.
Cuando comencé a jugar con voces sobre redes, allá por el 2000, teníamos que crear una red con un hardware específico, que tenían un servidor de direcciones (el master) y un montón de equipos cliente (los esclavos) y cada cacharro costaba la friolera de trescientas mil de las antiguas pesetas. Recuerdo que conseguimos ponerlo a funcionar sobre una línea RDSI, tras pegarnos durante una semana con las configuraciones, los Master del Universo y los cortes de línea. Con la llegada del ADSL volvieron los problemas y la lucha hasta que, red privada y virtual mediante, volvimos a tener conexión.
Ahora te bajas un programa, lo instalas y, literalmente, funciona. Sin configuraciones extrañas, ni mareos por parte del fabricante. ¡Cómo avanzan los tiempos!