Por fin, después de un verano caluroso y solitario en una solitaria ciudad en alguna parte de las dehesas extremeñas, nos cogemos unos merecidos días de descanso. Ni que decir tiene que nos vamos pal norte, con los praos, les vaquines y los cagonmimannnto.
La verdad es que ya me hace falta un cambio de clima. Dicen los marineros (algunos) que uno puede navegar durante meses y años sin sentir la necesidad de pisar tierra, pero que un día, un día tranquilo y normal, como el anterior y el siguiente, necesitan pisar tierra. Y no vale pensar que una semana después llegarán a puerto, tiene que ser ese día, en ese mismo instante. Algo así me sucede; por muy duro que uno sea, por muchas risas que transmita, por muy bien que se adapte a la tierra adoptiva, un día, simplemente, necesitas montañas para esquivar la agorafobia, necesitas humedad, mar, verde, frio y el sempiterno catarro que me acompañó desde el año 1984 al 2003. No sé el porqué, simplemente sé que es así.
Así que, los próximos 14 al 20 de ochobre estaremos por Asturies, intoxicándonos de verde, sidra y tortos.