¡Ya estoy de vacaciones! estoy disfrutando de unos días de asueto en gijón, la capital del principado de asturias (¿o alguien lo dudaba? ;))
Normalmente, estas visitas son, básicamente, agotadoras. La agenda está fijada de antemano, voy de un sitio a otro a toda velocidad, veo a un montón de gente, como demasiado, bebe demasiado y rio hasta que no puedo más. Afortunadamente para mi salud, suelo venir una vez cada mes y medio, aproximadamente.
Aún y así, uno no termina de acostumbrarse a dividir a los amigos en dos grupos separados setecientos kilómetros.
Todo este periplo comenzó hace un año y un par de meses. Por motivos de trabajo (¿Asturias o trabajas?) me fui a Extremadura a buscarme las lentejas. Parece fácil, sólo vas a trabajar y no dejas nada a atrás que haga de ancla, que te ate a un sitio determinado. ¿Fácil? Lo más dificil es decidirse, enviar currículum fuera, acudir a entrevistas de trabajo en Madrid, anunciar tus intenciones a la familia, pelear con tus padres, convencerles de que hay futuro y está ahí afuera, convencerte de que sólo serán un par de años y de golpe, un día, sin más avisos, tienes un curro en la otra mitad de España, en un sitio que no tiene mar, que conoces de paso, que no sabes donde está exactamente y cuya temperatura media anual coincide con la temperatura de tu cuerpo con fiebre: Badajoz.
Te incorporas en quince días: tienes que cerrar cabos en el trabajo, hacer las maletas, preveer que puedes necesitar en un mes (era lo que iba a tardar en hacer la primera vuelta a casa), prepararte un ordeñador (no soy nadie sin un teclado), embalar libros, apuntes, el pingüino de trapo que no te abandona y, sobre todo, te despides (temporalmente) de amigos y familia. De aquellos quince días recuerdo que trabajé en remoto para badajoz más de lo que había trabajado en el último año para la empresa y las comidas, cenas y juergas de despedida. Comidas de trabajo, de familia, de amigos, cenas en fiestas de prau, excursiones junto a rios grandes, rodeados de vegetación, de verde y cubiertos por cielos llenos de nubes… Fue un estado perpétuo de hastío de comida y alcohol y risas.
También fue, sin ninguna duda, una época confusa y oscura con una pregunta en la cabeza. ¿Por qué me voy, si tengo todo esto? La respuesta siempre era la misma: me voy a trabajar, a saber hasta donde puedo llegar. Es triste saber que no hay posibilidades de probarse a uno mismo en el sitio donde te gustaría hacerte mayor.
A pasado, como decía, poco más de un año y no me arrepiento de nada, nunca lo he hecho. Ha sido duro, en ocasiones durísimo pero he salido adelante y creo que con nota. Desembarqué un seis de junio del 2003 en Badajoz, con mi boina y mi maleta de cartón, mirando a mi alrrededor como si no reconociese nada, desorientado y cansado del viaje, exactamente igual que Paco Martínez Soria desembarcaba en Madrid o Alfredo Landa en Alemania. Recuerdo que ya hacía calor y que todo estaba seco y amarillo. También recuerdo que me temblaban los dedos al tocar por primera vez el teclado del servidor. Al cabo de un mes y hablando del curro y de las opciones que había, fer me lo aclaró todo en forma de pregunta: ¿Asturias o trabajas?
Sólo espero poder mantener a los amigos hasta que vuelva.
Una idea sobre “¿Asturias o trabajas?”
Y encontraste respuesta. Trabajas!