Estaba viendo a la selección española de baloncesto cepillarse a la alemana como si se tratase de aquellos estereotipos de los años setenta, en los que los españolitos, morenos, paticortos y bravucones y las bávaras, altas, rubias y delicadas representaban el polo opuesto a la realidad de entonces: libertad y libertinaje. Los estaba viendo jugar y, lo juro, recordaba a Alfredo Landa con aquella mata de pelo en el pecho, trasegándose a una rubia impresionante mientras repetía Manolo, macho ibérrico, o algo parecido. Y es que, desde el sinpar Alfredo, nadie había tuteado a un habitante del país germano con tanto descaro.
Nunca he sido una persona muy aficionada a los deportes de masas, así que el hecho de que esté pendiente de la televisión y vea íntegramente un partido de baloncesto podría ser considerado como una alucinación o un brote sicótico. Pero la realidad es que me lo estaba pasando bien, viendo jugar a un grupo de amiguetes contra las temidas ordas bávaras.
Cómo cambian los tiempos y, sobre todo, cómo cambia el dinero a la gente, pensé. Mi siguiente pensamiento fue, como no, para sus homólogos del fútbol, del deporte rey que, a fuerza de talonarios, hace tiempo que han perdido el norte, el este y hasta la brújula. Mientras unos juegan bien, ganan, convencen y divierten a todos los que los seguimos, los otros representan el polo opuesto, el equipo desmembrado que, aunque gana (hace siete partidos que no pierden), no convencen y aburren.
Así, entre recuerdos que una época gris, peluda y playera y comparaciones odiosas intercaladas con imágenes del telediario, pude ver cómo le endosaban treinta puntos al último dios de la NBA para, finalmente, echarlos del campeonato.
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2 ideas sobre “el polo opuesto”
Los cinco primeros minutos del tercer cuarto deberían distribuirse por las escuelas, escuelas deportivas, residencias de ancianos, asociaciones de alcoholicos anónimos, asociaciones de alcoholicos, antros de programadores, CPD’s, claustros de la ONU, etc.
Todo ello con el fin de que por una vez en la vida la gente vea como es eso de ver unos tios dándolo todo, obteniendo resultados a base de dejarse los huevos currando, y verlos con una sonrisa en la cara de oreja a oreja y contentos de estar allí, de intentar trabajar tanto como el compañero, y de sentirse parte de un grupo que busca lo mejor en cada cosa que hace.
Coñis, que me pongo hasta sentimental.
Y por si fuera poco, he vuelto. Si consigo aguantar unas lentillas o enfocar mi vista mas de dos metros de distancia, pronto me veo en la LEB. Veo la canasta y me siento Navarro…es que lo siento…
¡¡Joder con los griegos, eso sí es dar por culo!!