Era la imagen rigurosa del héroe cansado. El resumen vivo de todos aquellos hombres arrogantes, valientes, crueles, que sostuvieron con su espada y con su sangre un imperio agonizante, y luego, olvidados por reyes imbéciles y por una patria ingrata y miserable, terminaron como perros callejeros, mendigos, enfermos, mutilados, ahorcados por la justicia o acuchillados en un campo de batalla.
Vía: Arturo Pérez-Reverte en www.clubelsemanal.com.
En pocas ocasiones he oído hablar tan bien del trabajo de preparación de un actor y mucho menos de manos del autor del libro sobre que posteriormente se adaptaría para el cine. Los autores suelen quedarse aparte, sin meter la cuchara para evitarse la mala sangre, supongo.
Normalmente no soy de los que esperan a que pongan una película en el cine del barrio y, el día del estreno, acude puntual a su cita, disfrazado y con el radar activado para detectar incoherencias en el guión, los decorados o la forma de pestañear de las coristas. Las películas me gustan a mi manera y, normalmente, no suelo ver las megaproduciones porque algo en mi interior me frena, me advierte.
Pero en este caso, es diferente. Pérez-Reverte me cautivó desde los tiempos de El húsar y lo he leido todo, incluida su columna durante doce largos años y así seguiré mientras este tipo duro, procaz y con la mirada gastada de ver al diablo que llevamos dentro, siga escribiendo. La idea del folletín, de la novela partida en siete libros cortos, rápidos de leer y afables con el lector, me pareció genial para afiliar a la gente, para conseguir que te lean durante años y cargarse las estadísticas que dicen que en España se lee poco.
Además, el director de la película es el mismo de Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, una de esas raras ocasiones para quedarse pegado al sofá y contener la respiración durante más de hora y media. Por mucho presupuesto que le hayan dado, será una de las pocas ocasiones en que me tragaré mis más profundos sentimientos e iré al cine a la menor oportunidad.