Desde hace un par de noches, desde el viernes, un perro aulla durante toda la noche y parte del día. Dicen que cuando un perro aulla, es que su dueño ha muerto. No se puede decir que haya estado siempre rodeado de perros, pero los conozco y nunca había oído algo así. Dos días aullando de esa manera sólo pueden darle la razón al dicho. Finalmente se ha callado.
No siempre me apetece escribir. Sinceramente, pensé, en su día, cuando comencé este weblog, que sería algo divertido, mis cinco minutos de gloria y relax. Mi madre siempre me dijo que parecía mentira, que habiendo estudiado ciencias, me gustaba demasiado leer y escribir chorradas. Gajes del oficio. La informatica es, a partes iguales, una necesidad y una maldición. La maldición de hacer algo que consigue arrancar lo mejor de uno, a sabiendas de que no durará siempre, que no se para nunca de aprender ni evolucionar, de mejorar, en definitiva.
Hay noches, como hoy, en que algo flota en el ambiente y me tienta, me obliga a escribir. Las musas no son tan caprichosas como parece, sólo quieren algo que llevarse a la boca, algo que justifique su sueldo, imagino. Por eso, algunas noches le doy uso al weblog.