Hoy hace seis meses que un puñado de fanáticos (la religión da igual: judios, musulmanes, cristianos, madridistas o del barÿ§a…) produjeron la barbarie más brutal que se ha sufrido en la vieja Europa desde que un chiflado bajito y moreno quiso ser el rey de los arios.
Hace un par de noches emitieron por antena 3 un especial en el que aparecían muchas de las caras de aquel día, esta vez sin sangre ni barro y cada comentario, cada recuerdo, me retorcía un poco más en el sillón. Una señora dijo que hubiese dado un brazo o una pierna si con ello hubiese sacado a alguien más de aquellos trenes, otro no oía nada y tenía una pierna frágil como el cristal, había gente con miembros ortopédicos y con ganas de vivir, recuerdos y muchas lágrimas. No soy gran seguidor de los programas sensacionalistas ni de las tragedias en directo y, aún y así, todavía no sé porque me quedé hasta las dos de la mañana a verlo.
De aquellos días llenos de rabia, guardo dos recuerdos nítidos: la impotencia vivida por estár demasiado lejos y ser demasiado cobarde para correr a ayudar y una foto de una pareja de bomberos examinando un tren junto a un cadaver que parecía dormido. A pasado el tiempo y los sentimientos se apaciguan y se calman al tiempo que se buscan respuestas.
Al final, los balances se hacen necesarios y yo, personalmente, encuentro que en estos seis meses hemos aprendido varias cosas:
- la grandeza de un pais está en la gente. Todavía veo las colas para donar sangre.
- los políticos continúan en su mundo, allá arriba, donde nada ni nadie les toca, a su ritmo, con su móvil y completamente desconectados de la tierra.
- las comisiones de investigación son una parodia en este, el pais de Don Pinpón.
- la única autocrítica sincera y útil que se ha visto en este tiempo ha sido la de los servicios sanitarios de Madrid. El resto, poses de salón y quiebros de cintura para evitar la embestida.
Espero que nos sirva para aprender…