Estos días me estoy dando cuenta que las escayolas, como los clic de Playmobil deberían pertenecer a los recuerdos de la infancia, a esa secreta estancia de la mente donde todos queremos volver o, por lo menos, no irnos muy lejos.
Cuando tenía siete u ocho años (creo) me rompí la muñeca derecha jugando en el parque, sobre un artilugio metálico que daba vueltas y tenía un volante fijo en medio, que hacía girar la estructura. Una tarde sábado aprendí que no se deben meter las manos entre los tres radios del volante, mientras el chisme aquel giraba. La fractura fue limpia y el medico me puso una escayola desde el nacimiento de los nudillos hasta el codo. Tenía siete años, estaba en la escuela y estaba aprendiendo a escribir con la mano derecha. Pero, lo que son las cosas, en vez de significar un descalabro en mi corta vida de alumno, fue justamente lo contrario y consiguió que obtuviese el momento más álgido en mi paso por la EGB. Era el tipo del momento, ese que tenía una escayola en el brazo que, con un poco de suerte, cualquiera podría firmar. Incluso los críos, tan necios en ocasiones, hicieron un pacto de no agresión y no tuve un solo golpe en la herida y, lo mejor de todo, estuve un mes sin escribir una palabra, leyendo tebeos y cómics en la biblioteca del aula.
Hace ocho días tuve un esguince en el pie izquierdo y el médico me recetó una férula (media escayola y un montón de vendas) y quince días de reposo con la pata en alto. Estoy en casa, de baja, haciendo mejores marcas con las muletas por el pasillo y estudiando para dos exámenes que tendré en ocho días y, lo que es peor, aburrido. Hacía años que no sabía lo que era el aburrimiento y, de hecho, me jactaba de ello, de ser capaz de estar tranquilamente dando vueltas por casa, leyendo, mirando la tele, naufragando por Internet o con mis equipos, aprendiendo, sin aburrirme.
Parece ser que era muy optimista y, esta vez, la maldita escayola no me ha permitido reverdecer viejos éxitos, quizá porque no me veo con fuerzas de dejar que otros la llenen de firmas y comentarios graciosos. Será la edad y la hipoteca, supongo.
escayolas, ferulas, infancia, recuerdos
3 ideas sobre “viejos éxitos”
ÿsta es tu tercera escayola, la primera la recordaste perfectamente, la segunda también en una muñeca, (no recuerdo cual) que no querias ir al médico, en esa edad adolescente, y decias que no era nada y que no dolia, hasta que descubrí como echabas antiinflamatorio con mimo y cara de dolor. El motivo por el que no querias la escayola, era el querer participar en el circuito de montain bike, de Gijón, Al final, nos convenciste y participaste con la escayola desde los dedos, hasta el codo. Participaron unas trescientas personas, y los casi 90 Km. de sube y baja, fueron eliminando al personal, solo quedaron unos treinta finalista, y a tí te dieron un aplauso enorme. Nos sentimos sumamente orgullosos. En tú tercera escayola (y espero que última) no me creo que te aburras, a tí que tanto te gusta la lectura, música, informática, etc. espero que este rollo (recuerdo) te haga pensar, que no es tan duro, aprovecha, prepara los examenes, lee disfruta que algún día solo recordarás la parte positiva de este momento. Sólo una cosa, me gustaría estar un poco más cerca para ir a verte. Pero sé que Eme, está a tú lado, y eso me consuela. Besos. ¡ánimo¡
Ostras los playmobil!!!
Creo que tengo un nuevo entretenimiento, ¿de verdad te los puedes fabricar tu mismo?. Por cierto, yo tenía un set completo de Beduinos, camellos, palmeras, oasis, etc, y no lo veo por ningún lado en los catálogos. ¡A saber donde estará en mi casa!
¡Madre mía!
Estamos todos buenos por lo que veo…Animo y a ponerse bien, yo ando con los dos meniscos tocados, etc, etc así que…mala pata la nuestra XD