Ayer por la tarde me quedé traspuesto en el sofá durante un par de horas y, al despertar, me fijé en que tenía la cara interna de ambos brazos llenos de puntitos rojos, como una erupción y el antebrazo del izquierdo con unos bultos blancos similares a una picadura de un tábano o a un baño con ortigas. Todo muy espectacular y efectivo, si la intención era asustar.
Cuando uno se venía en esta situación en los años ochenta o noventa, simplemente rebuscaba en la memoria algún caso parecido o iba hacia el estante de los libros y, ¡oh sorpresa!, empuñaba la vieja Enciclopedia de la Salud Familiar (creo recordar que el título era ese) y buscaba los síntomas entre el maremágnum de términos, definiciones y fotos con heridas purulentas. Una tarde entretenida, vamos.
Al final, tras un par de horas de búsqueda, pensarías que lo que te sucedía tenía el nombre de Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad, porque tus padres te dejan jugar con una enclopedia que explica cómo llevar a buen término un parto o qué hacer con las llagas producidas por ácidos, en vez de darte un bocata de chorizo (el chopped ni existía) y mandarte al parque a jugar con tus amigos, entre columpios de hierro y bicicletas BH.
Pero como estamos en el siglo XXI y ahora todo se lee en Internet y lo que dice la tele simplemente es cierto, me senté a esperar a que los señores de Medical Inventigation apareciesen por la puerta, tras aparcar el helicóptero en el tejado. Si me hubiese dado por razonar un poco, habría pensado que pudo tratarse de un alimento en mal estado, de una alergia nueva (como si tener cinco declaradas no fuesen suficientes) o de una manada de mosquitos furibundos del Amazonas que, importados en un frasco de pepinillos en vinagre, se habían lanzado a exterminar a los humanos. Cosas lógicas y hasta cierto punto, fáciles de comprobar. Pero no, me salió la vena inventigadora y me pasé un rato pensando en virus y tratamientos, en dónde buscar información por Internet y qué le iba a decir al médico, porque íbamos a ir al ambulatorio después de cenar.
Finalmente, los puntos rojos y sus colegas, los bultos blancos menguaron tras la cena y esta mañana ni existían. Creemos, porque arrastré a eme en mi locura, que dormí en una posición forzada, que hace que genere demasiado calor en esas zonas y que son la respuesta del cuerpo a un sobrecalentamiento.
Hace quince años habría terminado jugando en el parque y ayer casi me ingreso yo solo en el Hospital Central de Telecinco. Tanta información, tantas series realistas basadas en hechos reales, tanto bombardeo con imágenes gratuítas está consiguiendo que, aunque uno intente protegerse siendo crítico y lúcido, diferenciando la realidad que vivimos de la otra realidad, la que percibimos desde los aparatos que nos rodean y nos entretienen, logran decía, que algunas veces uno no sea capaz de separar lo real de lo inventado.
Una idea sobre “alerta médica”
Yes un un lechón….