Hace un par de semanas pasamos el fin de semana largo en Cádiz. Hace muchos años que viajo a la tacita de plata cada cierto tiempo pero desde el efecto 2000 no había pasado más de una noche en la ciudad. Por un motivo u otro, cada vez que teníamos la oportunidad de pasar un fin de semana nos terminábamos yendo por la provincia, que también está bien. Al final, estos cuatro días nos han permitido pasear con calma, comer con gusto y darnos un atracón de atardeceres sobre el Atlántico. Tasia me llevó a la cámara oscura de la torre Tavira y yo le enseñé el parque de los Genoveses, todo con un ritmo tranquilo y relajado, como cuando te sientas y te da el sol en la cara. Una delicia.
Por supuesto, tanto paseo y atardecer me sirvió para foguearme con la nueva cámara de fotos y aprender a buscarle las cosquillas. Porque, tras pasar veinte años haciendo fotos con la Canon D400, el cambio a la R10 ha sido un reto. Las funciones básicas son las mismas pero la cantidad de cosas que han metido en estos años es enorme. Y así andaba, siendo el tipo pesado que hace fotos a todo durante demasiados minutos. El volver a casa con doscientas fotos que procesar me ha recordado la importancia de tirar una o dos fotos por escena pero hacerlas bien, tomando el tiempo necesario y ajustando tras el primer disparo.
Habrá que volver más fines de semana a Cádiz a hacer fotos al atardecer y al oceano.
Un par de fotos de atardeceres (diferentes)











