Han sido muchas las personas que, durante el paseo por Gijón, me han dicho que estoy vago, que escribo poco, que ya me vale. Yo, iluso de mí, creía que este weblog lo leían cuatro gatos y una madre y resulta que no, que los gatos serán cuatro pero entre los amigos y la familia podemos organizar algo grande, una concentración para pedir viviendas dignas o así…
He estado echando un ojo a lo que llevo escrito y la conclusión está bastante clara: he bajado el rtimo. Pienso, además, que no escribo tanto como antes por varios motivos, por falta de tiempo, por falta de material interesante y, sobre todo, por la rutina, por la repetición de los días idénticos que evitan tener nuevos alicientes, cosas nuevas que contar.
Cuando comencé a escribir el blog, volcaba en él cualquier cosa que me llamase la atención porque hacía poco que había llegado a Mérida, a una nueva empresa, a una nueva manera de vivir y el choque, cultural, laboral, fue poco más que brutal. Pasado el tiempo, las novedades desaparecen y las acciones que antes me parecían extrañas y diferentes han pasado a formar parte de mi manera de actuar. La rutina, esa grandísima hija de la gran puta, ha unificado toda mi existencia en torno a dos o tres ejes, que parezco condenado a repetir incansablemente, como en aquella magnífica película de Bill Murray y, aunque no me quejo de ello, sí me molesta que haya tardado tan poco tiempo, que se haya echo la dueña de la situación en unos pocos meses.
El único consuelo que me queda es, quizá, la mejor manera de combatir a este enemigo: no estarse quieto y no parar de buscar, una lámpara para el salón, un destino para cuatro días de vacaciones, un trabajo de charcutero a tiempo parcial, un sitio donde comer un fin de semana, algo desconocido o que convenga revisitar, etc… En cuanto lo encuentre, en cuanto consiga salir de la rutina, aunque sólo sea un milímetro, lo contaré para que mamá pueda dejar constacia del fíu tan moderno que tiene, que hasta escribe cosas por internet.
rutina
6 ideas sobre “cuatro gatos”
Yo contra la rutina… me pongo un florero en la cabeza y bailo «batuka», afeito gatos y les pego fotos de Elvis, y domestico canarios (y portugueses).
Otra vez, para combatir la rutina (y un poco el aburrimiento), me tatué a mi mismo por la espalda a tamaño real, por si las moscas 🙂
p.d: ME aburro mucho en mi nuevoo trabajo… me temo que voy a abrir un nuevo blog 🙂
Ya veo que te aburres… y mucho. Mira que torturar así a los pobres portugueses ;). Yo prefieron empezar por cosas más sencillas, mobiliario, viajes, fotografía, etc… lo de autotatuarse la espalda me parece muy bestia.
Si abres ese blog,ya dirás donde está…
Cuando nos lamentamos de la rutina, quizá no sea del todo mala, pensamos otro día casi igual al de ayer, pero, en momentos difíciles de la vida, cuando todo se descoloca, (problemas de salud, de trabajo, etc) añoramos la rutina, es un descanso saber por la mañana que vas a hacer lo de todos los dias, necesitas volver a lo de siempre, porque es mejor que esos dias «distintos». Besos.
Está claro, hay mucha gente que lee los blogs, pero no dejan huella, nunca ponen un comentario.
¡A luchar contra la rutina!
Pero ya sabes lo que dijo Groucho: Más vale estar callado y parecer tonto, que decir algo y despejar las dudas definitivamente.
Dicho, hecho y dicho….
http://danivlayar.wordpress.com/
La rutina no es mala mientras seas consciente de que es rutina y de conlleva ciertos «peligros». El problema viene cuando nos ataca por la espalda y nos sorprende traicioneramente. Cuando un día nos da por mirar atrás y la discubrimos instalada comodamente en nuestra chepa viviendo mejor que en brazos y sin decirnos ni mú. Ese es el problema.