Estoy días son más frios y por las mañanas cruzo Mérida por una autovía que tiene en uno de sus lados varios praos, blancos por el hielo que, junto a la experiencia de montar en moto, me hace recordar Doctor Zhivago, tan blanco, tan plano, tan frio.
Son días de apurones y cansancio, con más de quinientos equipos en marcha, dando guerra y recibiendo su justo merecido, con prisas y problemas insalvables que se esfuman en el aire y desaparecen tan rápido como llegaron, dejando una sensación de alivio en el cuerpo y más cansancio.
Esta mañana, a eso de las nueve y media y en el fragor de la batalla, solicité un auricular de oreja para mi teléfono, uno de esos auriculares que sólo cubre un oído y que se parece a los antiguos cascos del walkman, de oreja a oreja por encima de la cabeza, porque ya empezaba a tener un tremedo dolor en el cuello e intuía que aquello, dos llamadas en espera, un tipo chillando al otro lado de la línea y conexiones a media docena de equipos simultáneamente, sólo era el principio. No me equivoqué.
Ahora toca un poco de estudio y reflexión, de álgebras, grupos abelianos y demás engendros, de tardes largas y aburridas entre fórmulas y exámenes. En parte por eso no escribo tanto, porque no tengo tiempo para dedicar al placer de estar media hora pensando y escribiendo, buscando sinónimos y palabras que casen, por arte de magia, con el resto del texto. ¡Y se nota! Me faltan práctica e ideas a partes iguales.
frio, cansancio, algebra