Stordal, Stordal… Llevo varios días teniendo pesadillas premonitorias, oscuros sueños donde recorro un pasillo infinito repleto de puertas corredizas de acero que llevan a otros pasillos idénticos. Después me despierto gritando esas palabras.
No sabía que el final de los sueños tenían que ver con otro final, el del tente mágnifico y enorme que nos habíamos autoimpuesto, hasta que ayer, finalmente, le plantamos cara al último armario sueco, al gigante de más de dos metros de alto y dos metros de ancho. Tras cuatro horas de guerra fraticida, vencimos y ahora adorna nuestra pared y cargará con nuestros ropajes.
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