miles gloriosus – El sueño del mono loco
El sueño del mono loco Saliva, cinismo, locura, deseo…

miles gloriosus

El pasado sábado, en plena ola de calor, nos fuimos a ver una obra del Festival de Teatro Romanom, Miles Gloriosus. Hasta la fecha y en apenas media docena de representaciones, los responsables del festival me han dejado muy claro qué esperan del público: que pague. Hasta ahora, las obras que había visto me habían dejado, salvo un par de honrosas excepciones, indiferente o aburrido. Tal es así que ya he adoptado un pequeño ritual, cada vez que una nueva edición salía a la luz. Busco las palabras adaptación o revisión en cada una de las funciones y, las que incluyen alguna de las dos (o las dos), las elimino de la lista de posibles. Es muy partidista, lo sé, pero funciona estupendamente y me evito cabreos, mosqueos y mucha bilis.

El caso de esta obra, Miles Gloriosus, ha sido diferente. La lectura en los periódicos la buena acogida que estaba teniendo, las críticas casi siempre favorables y la opinión de un par de compañeros de trabajo que se lo pasaron en grande, hizo que nos arriesgásemos y aceptásemos la invitación de una compañera de eme. Lo que más me llamó la atención fue el tono snob de alguna crítica que tachaba la obra, al adaptador y, por extensión, al público, de poco menos que chabacano y populista.

milus

En mi opinión, al festival de mérida (así, todo con minúsculas), se le han subido los humos y las ganas a la cabeza, hasta tal punto que les jode más cuando llenan que cuando no va nadie. En las últimas dos temporadas, el aforo rara vez se llenaba más allá de la noche de la presentación salvo, quizá, el magnífico Claudio de Héctor Alterio. También eran versiones o adaptaciones de los originales, por lo que eran más rigurosas, más exactas y, sobre todo, terriblemente aburridas y largas, de hasta tres horas de duración. Así que, para una vez que hay una función entretenida, de una duración media y que, al menos, te hace sonreir un buen rato, se tacha a la gente que se divierte con ella, el fin último de las comedias, como idiota.

En cuanto a la obra, a Miles Gloriosus, pienso que peca en exceso de las localizaciones, de ambientarlo en Mérida y de darle un tono gracioso porque, a pesar de ser una comedia, el humor debería venir por otras vías. Aún y así, la historia entretiene y hace que uno se olvide del calor, de la incomodidad de la pieda sobre la que te sientas, cosa bastante loable, tratándose de una adaptación. En cuanto a los actores, los dos Pepes están bien, más sobrio y contenido Sancho, pero por exigencias del guión, imagino. Eso sí, una vez concluída la representación y con los aplausos del público, pusieron a todo volumen una música que, curiosamente, daba ganas de aplaudir. Desde que voy al teatro, creo que es la primera vez que lo veo. Normalmente, si gusta, gusta. Sino, no te aplaude ni el tato. Eso de motivar a base de altavoz, me pareció realmente lamentable.

Actualización (05/08/2008):
La comedia ‘Miles gloriosus’ batió el récord de espectadores del Festival de Mérida, con la asistencia de 26.682 personas y cinco llenos totales en el Teatro Romano, convirtiéndose así en la obra «más vista en la historia» del certamen dramático.

Veintiseis mil y pico moscas equivocadas…

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