El solo de gaita del Ferrol de Los Limones hendía el aire como un cuchillo, dándole un nuevo sentido a la palabra morriña, refrescando un poco, mínimamente, el aire límpio y abrasador que a duras penas conseguía atravesar las persianas cerradas de la habitación.
Estoy solo en el salón, atontado por el calor, tratando inútilmente de ponerle marco a una fotografía que tiene a la mar como protagonista y cantando a gritos una canción que habla, precisamente, de la mar y de perder y sonrio al darme cuenta de que debería estar recetado como terapia. Ni el calor, ni la sensación de vivir en una secadora importan ya y, desde la ventana, alegre por recordar sonidos de la infancia, veo a gente caminar por la calle huyendo del sol, metiendose contra los edificios, buscando la poca sombra que éstos arrojan y pienso que la vida está loca pero que voy ganando, me he adaptado al calor.
Después pienso que sólo espero que una maldita ola de calor no derrita el fuelle de mi gaita, mientras miro las botellas de sidra que reposan en lo alto del armario y pienso en cómo darle el golpe de gracia a la morriña.
ferrol, gaita, los limones, calor, morriña
2 ideas sobre “templando gaitas”
No problem.
Cuando vengas este verano, vas a beber tanta sidra, que no vas a poder tomar ni trinas de manzana en un año. Ya nos encargaremos Folxieru y yo 😉
Cuento con ello…
Mamá, miedo :$.