mucha gente no se acuerda, pero con 25 añitos, la vida pasa rápido, demasiado rápido, como los postes telefónicos vistos desde el tren. La vida nos atropella, nos agobia, nos impone su ritmo, sus reglas y
obligaciones. Y nos olvidamos de disfrutar, no recordamos que no todo es un valle de lágrimas, que la vida merece la pena sólo si se vive, sólo si se sabe vivir.
en ocasiones, un golpe de suerte nos permite volver a controlar el ritmo del día a día, pararse y pensar en la situación. ese día vuelves a pasear lentamente por la calle en vez de coger el bus o, simplemente, haces cosas que consiguen que te miren mal. Pero nada importa, nada puede romper el ritmo que se ha impuesto.
a veces, es necesario bajarse del tren y caminar un rato, lo justo para ver crecer la hierba entre los postes de la luz.
para laura, para que su cuarto de siglo no se le venga encima.
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De todos lo que en la vida sienta mal, la vida misma es lo más peligroso, resulta un exceso que no podemos permitirnos, como demuestra su inevitable desenlace. Por eso el mejor empleo que se le puede dar a la salud es gastarla FERNANDO SAVATER