— He venido a decirte que estoy harto de esperar, harto de gilipolleces. Te he mentido, Boyd.
— Bueno, ya estamos llegando a alguna parte.
— He estado manteniendo la ficción de que tengo toda clase de cosas que me atan a Kentucky… cosas que retrasan mi marcha a Florida. Pero solo hay una cosa… Tú.
— ¿Quieres que me incline para que me beses?
— ¿Es lo que crees que es esto… otra de tus historias de amor?
— Bueno, me gustan los finales felices.
— Pues esta es una de aquellas clásicas historias en la que el héroe atrapa a su hombre y luego cabalga hacia la puesta de sol.
— O tal vez es como aquel otro clásico, en el que un tío persigue a una ballena hasta los confines de la Tierra, solo para ahogarse en sus problemas.
— Tengo que admitir, que hay una pequeña parte de mí que va a echar de menos esto cuando se acabe.
— Bueno, no elogies el pasado hasta ver qué depara el futuro.
Justified, la serie del tipo con el sombrero de cowboy más grande y los diálogos más lúcidos de la televisión yanki termina esta temporada, en apenas cuatro episodios. Y sé que sucederán dos cosas: que será difícil que baje de mi top 5, esa lista de las cinco mejores series que he visto (si, es un homenaje trasnochado a «Alta fidelidad», la película de las listas de cosas).
Y que seguiré a Walton Googlins cualquiera que sea su siguiente trabajo. Porque me pasa igual con algunos autores, donde una obra es sólo la puerta de entrada a un universo particular. Y este tipo, espigado y lleno de gestos que lo mismo te hace de policía enamorado y violento atrapado en una huída sin salida, que de travesti embaucador y seductor en un mundo de moteros, o de jefe de la dixie mafia, es un actor tremendo que engrandece las series por las que pasa, aunque sea de secundario.
Y es que como dice la canción de la entradilla, no dejarás Harlan, la ciudad minera donde transcurre esta serie, vivo.