Fue un pinchazo rápido, duró un segundo y apenas me dio tiempo a sentir la aguja. Admito que me sentí decepcionado por la brevedad del instante más trascendente para mi en el último año y medio porque, si la duración del pinchazo hubiese sido proporcional a su importancia, ese segundo, ese instante, terminaría en año nuevo.
Llevo, llevamos, año y medio esperando por esa inyección, no para que nos devuelva a lo que había antes, que no volverá, ni siquiera para empezar con la nueva normalidad, que aunque suena bien nadie sabe qué es, sino para cambiar las tornas, para dejar de sentir miedo al respirar y quitarnos gran parte del peso con que la pandemia nos ha sepultado estos últimos dieciocho meses.
Yo sigo tocado, con muchas cosas que superar aún y arrastrando mucho los pies pero este pequeño pinchazo indica que es el momento de hacer otras cosas, de soltar lastre y respirar fuerte.
Hoy nueve de junio de 2021, a las 13:30 horas me pusieron la primera dosis de la vacuna contra la COVID-19. El siete de julio me pondrán la segunda y aún no me lo creo.