Estos días estoy leyendo más de lo que acostumbraba últimamente y eso que soy de esos que leen todo lo que cae en sus manos, sea del género que sea y siempre que sobrepase las doscientas páginas (para hacer el tonto, no leo :)). Últimamente había llegado al extremo de comprar los libros al peso, valorando más el número de páginas que la historia en la que me iba a meter de cabeza. Con éste método he leido autenticas maravillas y verdaderos bodrios, porque además tengo la estúpida costumbre de concederle al libro veinte páginas, las veinte primeras y si paso de ahí tengo la obligación de acabarlo por narices.
Pero aquella época ya pasó y ahora estoy más centrado y un poco mejor organizado, ya no tengo la voracidad de entonces (aunque conservo un par de afilados colmillos) y me permito el lujo de elegir a mis víctimas. Las últimas han sido:
- Sushi Para Principiantes de Marian Keyes. Me sorprendió lo fácil y entretenido que es este libro y la facilidad con la que engancha. Pese a tener más de seiscientas páginas, lo leí en poco más de dos días, a un ritmo trepidante. No descarto leer más de la misma autora.
- Historias del Savoy de José Luis Alvite. Desde que he vuelto a las andadas no puedo pasar sin leer un par de libros a la vez y cuando me encuentro sin material nuevo, miro lo que cría polvo en la estantería y ahí estaba Al, esperando, sabiendo que volvería a caer en sus redes de humo, coristas y desesperación. Porque este libro, además de una recopilación de artículos escritos para la radio y la prensa, es un compendio de cinismo y cirrosis, una cura de nicotina. Yo divido el libro en tres bloques diferenciados que muestran el Savoy y sus personajes, el desamor y sus consecuencias y el cinismo canalla. Todavía hoy, la segunda parte del libro me sigue dejando en un estado de desesperanza inimaginable. Obligatorio. (Nota para los señores de La Razón: el cobrar por el contenido del diario no le dió resultado a El Pais, por lo tanto, ¿qué les hace suponer que vds. lo conseguirán? Ríndanse a las evidencias y déjenme disfrutar de la columna de Alvite que, al fin y al cabo, es lo único que leo de su periodico. Gracias.).
- Mortadelo de la Mancha de Ibañez. Soy un fan incondicional de Ibañez, lo admito. Cuando uno aprende a leer onomatopeyas con la voz de mortadelo, filemón y compañía, ya no puede parar. Esta revisión del libro de Cervantes me la regaló mi padre con la condición de que le diese tiempo a leer el tebeo antes de volver a Extremadura, pero no pudo ser. ¡La próxima vez, papá! Describe, una a una todas las aventuras del hidalgo Don Quijote, pero con la pinta de Mortadelo. Delicioso.
- Castillos de cartón de Almudena Grandes. Soy incondicional de esta autora desde que leí Malena es un nombre de tango y con esta novela me sigue fascinando. Aunque más corta de lo que acostumbra, narra con intensidad y facilidad la escabrosa relación de un triángulo amoroso. De mayor quiero escribir como ella.
- La reina del Sur y La piel del tambor de Arturo Pérez-Reverte. Enésima lectura de dos libros de Pérez-Reverte.
- La conjura de los necios de John Kennedy Toole. Todavía estoy con este…