Acabo de recoger del buzón una citación del juzgado de emerita augusta. Así, en frio, para que vayas templando gaitas. Con su aburrido, seco y aterrador lenguaje legal, el funcionario de turno me notifica que debo presentarme el día once del mes que viene en el juzgado, en calidad de perjudicado por el juicio sobre estafa de mi nunca suficientemente valorado Agustín Tarazona.
Estas cédulas de citación son como una buena película de suspense: te cuenta algo que no terminas de entender, tu imaginación te juega mil o dos mil malas pasadas mientras lo estás leyendo y te tiene sin aliento hasta la última línea donde, en un giro tan inesperado como previsible, todo se aclara de golpe. Al final, la conclusión está bastante clara… va a ser un proceso lento, va a ser para tomarlo a risa y puede que se quede en nada, en un montón de gente con cara de gilipollas y unos euros menos en el bolsillo, pero había que hacerlo así, por lo legal, con su juzgado, su juez y un par de polis con pistolas. Además, si todo falla, siempre podemos buscar al rumano…
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