Hoy he pasado la mayor parte de la jornada laboral mirando un enchufe, frente a la sala 0, la mayor sala de reuniones del sitio donde trabajo. La razón era clara: había que montar guardia por si sucedía algo, cualquier cosa, por si fallaba el sistema. Como siempre y para escarnio de pocos, el sistema aguantó perfectamente y no dio ningún problema, pero yo estuve las tres horas más largas de este año sentado o paseando por tres metros cuadrados, pero siempre cerca del enchufe y la puerta.
Pero, como en todas las desgracias, siempre hay alguien que está peor que tú y yo coincidí con Isabel, una señora cuyas órdenes estrictas eran: estate aquí por si acaso. ¿Por si acaso qué? Por si acaso. También conocí a un gallego de Cangas del Morrazo que tiene tres fotos aéreas del pueblo pegadas en la pared y que podría, tranquilamente, dar clases de geografía con ellas. Al final de la espera, nos juntamos en su cubículo dos asturianos y un gallego y, como no, la conversación se torció, inevitablemente, hacía el tiempo. Ellos habían estado en el norte este puente y dijeron que, de lo dicho por el insigne Instituto Nacional de Metereología, nada. El Asturias brilló el sol y hubo temperaturas veraniegas, con baños en el Catábrico, mientras la tele auguraba desastres y calamidades y los hosteleros denunciaban al insigne instituto. Las predicciones, incluso las del tipo de la túnica de leopardo, salen caras.
Otra cosa que pude observar es que los tres, cada uno a su manera, hacemos patria. Yo llevo una la bandera del Principado como imágen de fondo del móvil (regalo del hermanín), el otro asturiano anda exportando sidra y queso cabrales por toneladas y el gallego, simplemente, da clases de geografía, pero todos nos juntamos para hablar de las diferencias entre un sitio y el otro.
PD Durante las tres horas y pico largas, el enchufe no se movio de su sitio. Doy fe.