La vida ya vuelve a su cauce. Después del verano, de la parada técnica de casi todo lo que tenga que ver con el trabajo, de las fiestas y ferias de Extremadura, de los viajes relámpago a Asturias, de la boda del siglo, de las piscinas y el pantano de Proserpina y, sobre todo, después de la caló, llega setiembre.
Hace ya tiempo que veía setiembre como una meta a la que llegar, desquiciado por el ritmo bajo y relajado de los últimos dos meses que convierte las energías en suspiros, necesitaba un impulso, una razón para ajustarme la corbata e impulsarme hacia adelante. Hay pocas cosas peores que no tener algo que hacer, que no esperar nada nuevo. Según J. no hay nada peor que la gente con tiempo libre y tiene razón…
En fin, hoy me he puesto el traje de los domingos, la corbata roja, he bajado las escaleras como un huracán (15 minutos tarde, as usual…) y he comenzado a aporrear el teclado.