Hoy coronan a un nuevo rey y, por mucho bombo que le den en los medios (han cruzado muchos límites sonrojantes en pocos días), no podría importarme menos. Y carece completamente de interés para mí, no porque no sea un hecho relevante, que lo es, sino porque viene impuesto y sin opción a enmienda, sin posiblidad de queja o devolución, lo que lo convierte en algo obligado.
Mi cerebro, tan sabio para algunas cosas, aceptó hace tiempo que no merece la pena preocuparse inútilmente por aquellas cosas que no puedes cambiar ni controlar, que están lejos de tu alcance y este evento, cláramente, lo está.
Nota: la imagen es del comic Orgullo y satisfacción, que es áltamente recomendable, por no decir obligatorio.