Será breve pero, presumiblemente, será intenso. Nos vamos de fin de semana a mi pueblo, como dicen por estos lares, y lo hacemos encantados. Vamos, como siempre, con el tiempo pegado al culo y la agenda llena de marcas y post-its que no podremos cumplir pero, ¡a quién le importa! En poco más de un día hábil, huiremos de la caló, ejerceremos labores de tíos y esparciremos un rato con la familia y los amigos.
Al final, estos viajes relámpago siempre terminan recordándome que el bien más preciado y codiciado, al menos para mí, es el tiempo. Tiempo para gastar como uno quiera o, mejor, para dejar pasar lentamente mientras hace lo que verdaderamente le gusta.