Hay ocasiones, cuando uno trata de juntar letras con el ánimo de escribir algo decente, que recurre a trucos para facilitar el trago. Usar el mismo punto de partida para escribir un texto a cuatro manos es bastante socorrido y me ha funcionado en algunas ocasiones. Hasta hoy.
Un compañero, apreciados, dejó un texto en twitter del que, con sólo leer el título, ya tuve buenas sensaciones: Salir con chicas que no leen / Salir con chicas que leen (versión para imprimir). Se trata de un texto dividido en dos, cada uno de un autor diferente y ha sido publicado en una revista Colombiana de la que no había tenido noticias.
Tras leerlo, sólo pude sentir una envidia honda, opaca, sin paliativos. Quizá porque es directo, claro, sencillo. Quizá por los contrapuntos o porque ambos autores recorren el mismo camino, de diferente forma. Quizá porque identifico algunas de las partes y las interiorizo. Quizá porque utilizan la sintaxis como algo diferenciador.
Haz todas estas cosas, maldita sea, porque no hay nada peor que una chica que lee. Hazlo, te digo, porque una vida en el purgatorio es mejor que una en el infierno. Hazlo porque una chica que lee posee un vocabulario capaz de describir el descontento de una vida insatisfecha. Un vocabulario que analiza la belleza innata del mundo y la convierte en una alcanzable necesidad, en vez de algo maravilloso pero extraño a ti.
Sal con una chica que no lee (Por Charles Warnke)
Sal con alguien que se gasta todo su dinero en libros y no en ropa, y que tiene problemas de espacio en el clóset porque ha comprado demasiados. Invita a salir a una chica que tiene una lista de libros por leer y que desde los doce años ha tenido una tarjeta de suscripción a una biblioteca.
Sal con una chica que lee (Por Rosemary Urquico)
2 ideas sobre “chicas que leen, chicas que no leen”
He de decir que a mi tambien me lo pasaron, y que me ha sorprendido al leerlo.
por eso ha terminado aquí 🙂