Lunes, uno de setiembre. Pocas maldiciones gitanas empiezan de una forma tan contundente y aterradora como ésta, aunque no esté escrita en ningún lado. A la pesadilla de todos los lunes (el sueño, el cansancio acumulado del fin de semana, el madrugón después de dos días amaneciendo tarde…) se unen otras tres más: el primer día después de las vacaciones de, practicamente, todo el país; el síndrome post-vacacional de nuevo cuño que afecta a todo el mundo, incluso aquellos que no sabían que lo tenían; y, más localmente, la feria de Mérida que causa estragos entre la población por la costumbre, tan extendida ella, de usar cualquier excusa para enlazar días de borrachera y resacas.
Con este escenario, el número total de neuronas disponibles en el área urbana de Mérida no deben llegar a la docena y media, descontando la mía, claro.