–No hay nadie.
Lo dijo en voz baja, para sí mismo, con vacilación. Se asomó al umbral de la puerta de la única habitación iluminada del piso, justo hasta donde alcanzaba la luz y, apoyándose en el marco, miró primero hacia la izquierda y luego hacia la derecha, escrutando el pasillo oscuro, casi negro.
–No hay nadie –repitió con mirada de miedo. No se decidía a dar un paso más y salir a las sombras. Entonces, sin mediar palabra, su padre se levantó de la mesa y, acercándose, le ofreció la mano.
–Ven, vamos a ver si hay alguien –y salieron del salón cogidos de la mano.
He publicado un nuevo cuento en CuentasCuentos: no hay nadie.