Este sábado hemos visto Tapas, la película de Corbacho, el que más grita en Buenafuente y Homo Zapping. Y, sinceramente, no me ha defraudado. Una comedia un poco agridulce (la vida lo es, pensar lo contrario sería engañarse) que tiene momentos estelares, duros y que, al final, permite reconciliarse un poco con la vida.
Lo que más me ha llamado la atención han sido los actores. Sin excepción están enormes y, pensé que nunca lo diría, el fontanero de «Ana y los siete» (yo nunca lo he visto, me lo han contado), puede considerarse actor. Lo de ÿngel de Andrés es algo esperado. Hace de lo suyo, del Manolo de la tele, pero esta vez es el dueño de un bar. Y lo hace bien. Se le puede reconocer en el dueño del bar del barrio, ese sitio donde siempre tienes el café de la tarde en su punto y donde todos te conocen por el nombre. El bar del barrio, el Lolo, el Pichi y Loli o el que sea, donde el camarero te sirve cuando cruzas la puerta sin esperar órden alguna.
Para el aforo diré que, ahora más que nunca, entiendo el verdadero significado del bar de barrio, mi bar, un santuario que no soy capaz de encontrar en Mérida. Pero sigo buscando…
Una idea sobre “de tapas…”
Os la recomiendo, pasaréis un rato agradable y divertido!