Pónganse como meta enseñarles a pensar, que duden, que se hagan preguntas. No los valoren por sus respuestas: las respuesta no son la verdad. Buscan una verdad que siempre será relativa. Las mejores preguntas son las que se vienen repitiendo desde los filósofos griegos. Muchas son ya lugares comunes, pero no pierden vigencia: qué, cómo, donde, cuando, porqué. Si en esto admitimos también eso de que la meta es el camino, como respuesta no nos sirve; describe la tragedia de la vida, pero no la explica.
Hay una misión o un mandato que quiero que cumplan. Es una misión que nadie les ha encomendado, pero que yo espero que ustedes, como maestros, se la impongan a sí mismos. Despierten en sus alumnos el dolor de la lucidez. Sin límites. Sin piedad.
* Lugares comunes – 2002
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