Ayer fue el último día de trabajo de cinco compañeros que, hace un tiempo, decidieron dejarse unos meses tras los libros y presentarse a unas oposiciones. A estos cinco les salió bien y hoy, a estas horas, ya están al otro lado de la línea, del lado del cliente.
Como casi siempre, las despedidas fueron la parte más extraña de todo el proceso, con esa mezcla de alegría y tristeza. Alegría porque es una mejora en su trabajo y en su vida, qué duda cabe. Tristeza porque, por muy bien que se de, la relación con ellos ya no volverá a ser la misma. Sí, todos mentimos diciendo que nada cambiará pero, lo cierto es que siempre hay algo que cambia y que enfría ánimos y cambia relaciones. Puedes seguir compartiendo cosas pero, a falta de un espacio común donde rozarse día tras día (metafóricamente hablando), las cosas cambian irremediablemente.
Convertirse en funcionario nunca fue una de mis prioridades pero, dado que estoy en la comunidad autónoma con más porcentaje de trabajadores de la función pública por habitante, casi un treinta por ciento, no puedo negar que se me haya pasado por la cabeza. Para bien o para mal, ese pensamiento sólo ha estado unos segundos en mi mente antes de ser descartado. No por nada, sino que creo que no es una buena opción laboral para mí, aunque la realidad se empeñe en abrirme los ojos a hostias.
En fin, compañeros, amigos, ahora estaís del otro lado del teléfono, sed buenos, pacientes y acordaros (a menudo) de lo que es estar aquí.
2 ideas sobre “el lado del cliente”
Siempre nos quedarán las cenas de compañeros!!
Por cierto, he tenido mi primera consulta telefónica con el departamento de Linux ;P
¿Y cómo ha sido? Impecable, como siempre, ¿verdad? 😀