Soy una de esas personas que se sienten plenamente identificadas con los anuncios de la BMW, los archiconocidos «te gusta conducir» y, en mi caso, además del gusto por la conducción y la necesidad (cada cierto tiempo) de hacer 500 kilómetros o más, se unen los recuerdos de ciertos lugares, la sensación de placidez y tranquildad, la buena compañía y las charlas durante el viaje.
Ayer fue uno de esos viajes, desde Extremadura hasta Gijón, unos 700 kilómetros bastante tranquilos por la Via de la Plata. Lo mejor sin duda fue al salir del primer tunel de la autopista del Huerna, en dirección a Asturias, que se despejó una niebla muy espesa que lo envolvía todo, dando la sensación de estar conduciendo por un tunel. Al salir, decía, la niebla se había ido, dejando a la vista un cielo completamente limpido, cuajado de estrellas y con una luna llena digna de los mejores cuentos de las mil y una noches. Además, los bordes de la autopista estaban cubiertos de nieve recien caida y contrastaba el blanco de la nieve con las luces de las estrellas y el negro del alquitrán.