Hace un rato he salido a tomar un café con mis compañeros de tertulia y en portal del edificio, un portal inmenso en el que hay media docena de oficinas, se escuchaba el ritmo viejo de una máquina de escribir. En los albores siglo XXI, el de la tecnología, con la banda ancha de Telefónica, los dineros del I+D+I, Internet y los móviles con cámara de fotos, de video y chat a 90 céntimos el mensaje, ¡hay gente que utiliza máquinas de escribir! La posibilidad me pareció añeja y romántica como pocas.
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