Han caido media docena de escuálidos copos de nieve sobre Mérida. No ha sido nada, no había nubes grandes y blancas en el cielo, únicamente unos jirones ínfimos un poco más allá del cénit y, con todo, han caido copos.
De pronto alguien ha gritado ¡está nevando! y todos hemos corrido hacia las ventanas un instante antes de cambiar el gesto y sentirnos defraudados, porque esperábamos ver, yo esperaba ver, copos grandes, trapos, cayendo lentamente en una especie de ballet minimalista y porque llamar nieve a lo que cayó es demasiago holgado y le viene grande.
Este fin de semana volveremos al pueblo de eme y, como hace un año, espero que caigan trapos blancos y gordos de nieve, de esos que, al mirarlos de cerca, te recuerdan a un fractal y espero que mitigue un poco la sed de nieve y esquí que tengo.
nieve, merida