Peluquerías – El sueño del mono loco
El sueño del mono loco Saliva, cinismo, locura, deseo…

Peluquerías

Este sábabo asistí a uno de los grandes espectáculos que aún quedan: fui a cortarme el pelo a una peluquería de señoras. En realidad es unisex (¿que tiene un único sexo?), pero la tarde de los sábados, al parecer, se especializa en féminas.

Parece mentira lo diferentes que son las peluquerías, dependiendo de los clientes que acudan a ella. Yo, por causas varias, he pisado varias peluquerías de muy distínta índole, desde la peluquería de barrio de toda la vida hasta sitios llenos de sapiencia y buen hacer (¡ojo!, en todas saben muy bien su oficio).

colores
Normalmente, en las peluquerías de caballeros (el término hombres es, simplemente, horrible para este caso) predominan un par de colores y uno siempre es el blanco. Blanco y marrón claro, blanco y amarillo claro, blanco y rojo claro. Nada que no se salga de los dieciseis colores que distinguimos el sexo débil.

En las peluquerías de señoras (o salones de peluquería, centros del cabello o como se llamen), lo primero que te llama la atención es la gran cantidad de colores que hay. Se nota que ellas no se restringen a los consabidos dieciseis colores básicos, sino que llegan a los dieciseis millones. Botes de colores luminosos, brillantes y puestos donde les da el sol de la tarde, limas de uñas sicodélicas con las caras del acid house pintadas por doquier, bigudis y rulos dignos de un viaje de lsd y falsas uñas postizas con dibujos tribales. ¡Y todo esto, sin haber pasado de la puerta!

tiempos
Los hombres (sexo débil) somos simples. ÿ?ste es un principio que ya se conocía y que obliga a todo negocio que pretenda tratar y negociar únicamente con sujetos del sexo masculino a hacer las cosas fáciles de entender y usar y accesibles para nuestras limitadas mentes. El terreno de los pelos no iba a ser menos y tienen una norma básica: pidas lo que pidas, no debe llevar más de media hora. De hecho, en casi todas las peluquerías que conozco te reservan sitio cada media hora, aunque sólo esté una persona cortando cabelleras. Yo pienso que, viendo la cantidad de alopécicos que hay (y los que tenemos predisposiciones genéticas ya pensamos como ellos) no hay nada que no se solucione con un poco de agua, jabón y media docena de tijeretazos. Precisamente por eso mismo es muy importante la puntualidad. Si llegas tarde más de cinco minutos sientan al siguiente y tu, simplemente, te jodes y esperas media hora.

Ellas, tan complicadas en ocasiones, no tienen reservas. A nosotros (yo iba de la mano de eme, ella era mi protectora, mi cicerón en un ambiente hostil y muy restringido) nos dijeron que nos pasásemos por allí entre las cinco y las cinco y media y que me atenderían cuando hubiese un hueco. Nadie me comentó que el hueco tardaría una hora y media en aparecer y que, finalmente, salimos ¡¡dos horas después de entrar!! Desglosando el tiempo, el lavado de cabeza duró diez minutos y el corte dieciocho.

servicio de documentación
En los centros capilares masculinos, el servicio de documentación es algo vital y decisivo a la hora de escoger peluquería. Yo siempre he visto, por lo menos, dos publicaciones en estos lugares: los Mortadelos y los Inteviús. Esta claro, los primeros para los niños pequeños y los segundos para los niños de teta. Desde hace unos años para acá, han aparecido otros dos «clásicos» que complementan y amplían la información recibida: el diario de la zona y el Marca. Así, mientras te cortas el pelo, tienes media hora para leer las noticias o partirte de risa con un clásico del humor.

En la peluquería de señoras el tema cambia. Baste comentar que yo no leí nada (sigo siendo un lector compulsivo), no porque me diese miedo acercarme a un cesto desvencijado lleno de revistas, sino por el carácter de éstas. Fue lo más cercano a un catálogo de funeraria: sólo había muertos. El Papa, Rainiero de Mónaco y el hígado del colega Ernesto estaban en todas las portadas, sin excepción. Ni un miserable papel con las noticias del año pasado, ni un periodico, ni nada que no fuese couché. Nada. El panorama era, ciertamente, desolador.

usos y costumbres
¿De que hablan los hombres cuando están en la peluquería? De fútbol y de política. Ni tan siquiera se anima el tema cuando alguien gira noventa grados a la izquierda el interviú de la semana. A lo máximo que he llegado fue hablar acerca de la feria de abril de Sevilla. Además, ¿de qué sirve hablar de otras cosas, si con dos temas siempre se acaba gritando?

En esta pelu (diminutivo cariñoso) de señoras y señoritas, nadie hablaba, salvo yo, claro. Sólo me atreví a romper el ruido de los secadores en un par de ocasiones y nada más. No hay gritos acerca de las bondades de Camilla (la de Charles), ni partidarias y detractoras de los inútiles del gran hermano. Sólo se oía, y cómo, a un par de secadores de pelo a todo trapo.

Por el contrario, descubrí que hay gente a quien preocupa que puedan leer sus pensamientos, chicas con la cabeza cubierta de papel albal completamente o a tiras, de lado a lado y con todo el flequillo aluminizado. ¡Vivir para ver! Además, había un par de señoras que parecían novicias recien salidas del convento, con la sábana blanca e inmaculada y un preciso turbante blanco hecho a base de toalla blanca y manos expertas. Luego me enteré que era para evitar que el pelo, tras lavarlo, gotee.

el lavado del pelo
Jose, el peluquero que cuidó de mi cabello (¡que cursi!) hasta que me vine al sur, te lava el pelo rápido, a tirones, sin preguntar si el agua está bien o hierve, sin contemplaciones. Ismael, el único peluquero que conozco de Badajoz capital es un auténtico crack en el lavado: suave, personalizado (recuerda si el agua te gusta fria, caliente o si depende de la época del año) y con un ligero masaje, efectivo a más no poder que tiene la capacidad de dejarte sin poder pensar durante minutos enteros.

En Champú Peluqueros me lavó el pelo Luis. Vaya por delante que, hasta la fecha, había tardado entre dos y cuatro cortes de pelo en saber el nombre del artista de las tijeras y, en esta ocación, sé como se llama todo el personal de la peluquería, incluida la chica que maquilla y hace las ingles. Decía que Luis es el encargado de lavar el pelo y es la primera persona por la que pasas. Su feudo son un par de sillones situados delante de esas pilas donde se apoya la cabeza (hidráulicas y ajustables, hasta resultaban cómodas) y siempre lava cráneos ajenos embutido en un par de guantes de latex. Muy higiénico todo… El lavado se divide en cuatro fases: mojado, rascado, lavado y masaje. La segunda es muy curiosa, porque te empieza a rascar la cabeza de abajo arriba como si fueses un perro (por poco no le llevo las zapatillas). El masaje es suave y tranquilo hasta el final, en que estuve a punto de preguntarle si padecía de epilepsia porque comenzó a temblar y agitar las manos. A petición mia, no me puso el turbante con que engalanaba a todas las presentes.

el instrumental quirúrgico
¿Cuantas tijeras tiene el peluquero del barrio? Como máximo cuatro, con diferentes tipos de corte, un par de peines finos, uno grueso y un cepillo fino para cuando las mamás llevan a los lactantes. No hay más. Para hacer bulto, se suele meter en el lote la maquinilla eléctrica de afeitar y la normal, la gilete y un par de frascos de aftershave. Yo, por lo menos, es lo que recuerdo.

El culmen de la experiencia fue ver el cajón del instrumental quirúrgico del peluquero de señoras. ¡Qué poderío, qué lujo! Cepillos de todas clases, montones de peines, seis niveles, bigudís, rulos, pinzas de todos los colores y formas, cosas que no se que hacen pero que parecían armas, tijeras, cuchillas de afeitar, lociones y un largo etcétera. Un mundo.

¡¡¡laca!!!
Al final del corte de pelo y sin aviso previo, el maestro peluquero me roció profusamente con laca. Para un asmático convencido como yo, la laca en esas cantidades es igual que las duchas del tercer reich. ¡Joder, no tiene gomina como todo el mundo! ¡O mejor, un cepillado y a correr a la calle! Nunca había visto cosas igual. Si la laca fuese para los hombres de pelo en pecho, Elnett lo anunciaría Santiago Segura.

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