relato: El ojo – El sueño del mono loco
El sueño del mono loco Saliva, cinismo, locura, deseo…

relato: El ojo

Texto breve para el taller de las palabras

El ojo

El grifo del lavabo goteaba rítmicamente. El espejo estaba gastado, sucio y a través de los huecos translúcidos sólo podía ver la parte de su cara que no quería mirar: la barbilla. El ojo derecho le dolía y sentía calor y palpitaciones, rítmicas con el goteo incesante del lavabo. El golpe de la mandíbula apenas si lo había notado debido a la tensión de su cuerpo, a la adrenalina corriendo por sus arterias y los gintonics que llevaba de más. Intentó animarse, pensar en algo alegre, pero el ojo derecho no se le iba de la cabeza. Trató de limpiar el espejo pero siguió sin poder verse. Sintió algo líquido resbalando por la mejilla y, alarmado, se tocó la cara y el ojo. Dolía. Estaba hinchado y apenas si podía abrirlo un poco. No veía más que puntos blancos en mitad de la más absoluta negrura. Quería saber qué era aquel líquido, aunque temía que fuese sangre. El ojo no, el ojo no…

En un arranque de histeria, descolgó el espejo de las alcayatas que lo sujetaban en la pared, dejando a la vista unas manchas rojizas y un agujero en la pared, del tamaño de una moneda de dos euros. A ojo, calculó que aquel hueco coincidía con uno de los topos del espejo y sintió asco. Bajó la tapa del váter de una patada y puso el espejo encima, al revés para esquivar las zonas translúcidas y, orientando el espejo, pudo verse el ojo.

Aquella no era su cara. Aquel no era el ojo que recordaba. El líquido no era sangre, eran lágrimas. Respiró aliviado, volvió a comprobar su ojo y, sólo entonces, se permitió mirar el resto de la cara. La parte derecha de la mandíbula tenía un golpe, el pómulo izquierdo tenía un ligero corte que ya no sangraba y ya no podía abrir el ojo derecho. «Así que esto es lo que siente cuando pierdes una pelea», pensó. Antes de volver al bar, tapó con papel higiénico el hueco de la pared y volvió a colgar el espejo.

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