–Mira a toda esta gente bailando con mi música.
–¿Quieres bailar?
–No creo que debamos.
–Desde luego parece que tú quieres bailar.
–¿Tú y yo en el centro de la ciudad? ¿Tú con esa mirada en la cara?
–¿Qué mirada, nena?
–Dios, eres irresistible.
–¿Sabes lo que una mujer me dijo una vez? Me gusta ser mala e irme a casa y ser buena.
–Seguro que te dejó saciado.
–Fue un desastre.
–Y disfrutaste cada minuto. ¡Dios, echo eso en falta!
–Bueno, hay un caballero a las 7:30 que tiene pinta de querer bailar.
–¿Quién crees que es? ¿Publicidad? ¿Seguros? ¿Abogado? ¿Y quién crees que le estará esperando en casa? Apuesto a que no es fea. El único pecado que ha cometido es resultarle familiar.
–¿Entonces piensas que él tiene la culpa?
–¿Porque ella no sabe darle lo que quiere?
–Porque él no sabe lo que quiere, qué le falta.
–Lo sabe. Es simplemente su forma de ser.
–Y tal vez es simplemente la forma de ser de ella.
–Me voy a ir.Mad Men — S05E10 — Christmas Waltz
Nota: no quiero estropearle a nadie una de esas series que dejan cicatrices, así que, lo digo bien claro,
¡ATENCIÿN, ESPOILERS!
Son diálogos como este, al abrigo de un bar, una jukebox y varias copas de alcohol, lo que hacen grandes series como Mad Men. Y es que, con la excusa de bailar, Don Draper y Joan Harris hablan de sus vidas amorosas sin dar detalles pero sin ocultar demasiadas cosas y, sobre todo, sin dejar de envolverse por el aura del otro.
En esa afirmación, el único pecado que ha cometido es resultarle familiar, rotunda, seca, brutal, Joan le cuenta más cosas sobre su matrimonio que en resto de temporadas. Porque, al final, todo se convirtió en rutina, todo fue demasiado familiar.
¡Yo quiero escribir diálogos así! Tan difícil no puede ser…