Hoy ha tocado despedirse de Leoncio definitivamente porque a mediodía el hermanín y mi padre lo han llevado al desguace. Si despedirme del Cinco me llevó un fin de semana completo, esta despedida ha sido amarga, triste, remota y breve. No sé si pedirle al hermanín que se despida de Leoncio por mi cuenta como tal.
En mi memoria quedará como el compañero en varios hitos: mi primer coche; mi primera compra grande; mi primer crédito para pagar algo; mis primeros viajes como conductor. También mantengo ciertos hábitos, como el darle las gracias por el viaje tocando al emblema del volante tras hacer muchos kilómetros o ponerle nombre. Son muchos y buenos recuerdos y vivencias y, aunque ya no era mi coche, una parte de mi seguía sentado en aquel asiento, hablándole bajito para que no nos oyesen y me tomasen por un chiflado más.
Esta mañana, en el último momento, alcancé a pedirle al hermanín que salvase el emblema del león del volante para conservarlo. Fue lo que le dio nombre y en donde mostraba mi agradecimiento por no haberme fallado kilómetro tras kilómetro de los casi 400.000 que hicimos juntos.
Adiós Leoncio, gracias por todo.