Lo que son las cosas. Esta tarde ponía una breve descripción que un funcionario hace de su propio trabajo y esta noche, finalmente, he podido recoger mi certificado que demuestra que ya tengo unos conocimientos mínimos (miserables) de inglés y sólo he tenido que pasar por allí ¡ocho veces!. Eso, en algunos paises nórdicos lo llaman eficacia. El certificado, un nombre pomposo para un pedazo de papel estándar en color amarillo claro, no estaba hecho, no estaba firmado, databa de la época de paco o estaba escrito en inglés, sin tíldes ni eñes aunque, para remartar, cuando por fin lo tiene todo, no está inscrito en el libro de registro.
El (o la, cosas del género) administrativo que tuvo que soportar todo el cruce de notas, con mis comentarios al margen, ha debido quedar bastante cansado de mi y ha debido «olvidar» el último trámite, el del registro, de forma voluntaria. Y no le culpo porque, aunque me hacía gracia el tema y procuraba escribir las notas más o menos bien, las notas, esos pedazos de folios ya usados en los que las bedeles me decían que había que hacer todo el trámite, decía, eran pura quinina. Comprendo (pero no disculpo), que cuando a uno le toca la lotería de una plaza en la administración, de por cumplidos sus objetivos personales y se dedique a sus historias pero, de ahí a olvidar todo el apartado de cultura general que tuvo que aprender para obtener el puesto, media un abismo.
El último documento lo devolví a fábrica porque mi nombre no tenía tildes ni eñes, porque Asturias aparecía entre paréntesis, como un resto de la operación de borrado y porque había un par de palabras más mal escritas. Una joya de documento oficial o certificado, que estaría orgulloso de mostrar allá donde fuera.
certificado, eoi, ingles
Una idea sobre “casualidades”
Jejeje, txacolís, eso eran 😉