A mediados de febrero nos fuimos cuatro días a París, la capital del país vecino, como regalo de Reyes, una de esas nuevas tradiciones que hemos ido adquiriendo. De los dos, sólo yo había pasado por la ciudad de la luz veinte años atrás, así que se podría decir que íbamos en igualdad de condiciones y conocimientos.
Tras la pertinente investigación y estudio con guías de viaje, blogs y padres (más guías de viaje, mapas, comentarios, must-have, etcétera…), nos embarcamos en un avión a las siete de la mañana para volar desde Sevilla.
Aunque nos gusta, cada vez más, recorrer una ciudad desconocida tranquilamente, en esta ocasión y por el poco tiempo y lo mucho que ver, tuvimos que meternos en el pellejo de turistas y sacrificar ciertas buenas costumbres. El resultado fue que hicimos muchas fotos de la torre Eiffel (muchas, muchas), estuvimos varias horas en el Museo del Louvre, tratando de aprender algo y esquivar a los sacafotos compulsivos y compartimos Bateau Mouche con una horda de adolescentes yankis.
El poso y los recuerdos que quedan de esos fríos días de febrero son muy buenos aunque la vuelta fue a las tantas de la madrugada y del lunes siguiente sólo tenemos recuerdos somnolientos,
Como siempre, se pueden ver una selección de las fotos aquí abajo:
O con más calma y sin animaciones, en este set de flickr: París 2012.