El primer juego que quise con todas mis fuerzas fue el Trivial Pursuit Edición Genus. Lo llamaba así, con el nombre completo porque me gustaba cómo sonaba. Todas aquellas preguntas, todo aquel saber sintetizado en un combate que no dependía del físico de los contendientes, me hizo desear aquel juego de tablero como ninguna otra cosa. Y mis padres me lo compraron, claro, en la edición de 1984, creo recordar.
Entonces me convertí en un extremista del Trivial durante un par de décadas. Lo sabía todo acerca del juego: las reglas, las preguntas, las respuestas, la situación de las casillas y hasta tenía estrategias. Cuando jugábamos me transformaba en una versión hasta entonces desconocida de mí mismo: era competitivo hasta la nausea y exigía un purismo absurdo con las reglas. Tanto que me enfadaba si alguien tomaba atajos (es decir, hacía trampas) o, simplemente intentaba terminar más rápido con las partidas. Conmigo en la mesa, si se jugaba al Trivial era con todas las consecuencias. Y, por supuesto, eso de dejar que mi hermano pequeño ganase algunos quesitos ayudándole con las respuestas era IM-PO-SI-BLE.
Si había un Trivial de por medio era, ahora lo sé, un gilipollas completo.
Volviendo al presente, recién empezado el año un compañero de trabajo me mostró una aplicación para Android que es una versión del Trivial. En Triviados, que es como se llama el juego, no ganas quesitos sino estrellitas y no son seis sino siete temas. Además de jugar contra gente que conoces (o no, pero pierde interés), añaden los retos, que pueden quitarte una estrella si no aciertas más preguntas que tu oponente en una ronda rápida.
En resumen, han hecho una versión más rápida del juego, con la posibilidad de «robar» estrellas, con unas normas que no te puedes saltar (mi modo talibán da las gracias) y con todo lo que adoro del Trivial. Tanto es así que, en apenas cinco días había jugado docena y media de partidas y he recuperado mi versión más competitiva y radical de los viejos tiempos.
Esta mañana, viendo como jugaba un compañero, contrincante y amigo, le di dos respuestas que sabía que no eran verdaderas, para que fallase. Por supuesto no me hizo caso y acertó con las respuestas pero a mí me hizo recordar una vieja fábula, la del escorpión y la rana. Y, por un instante, vislumbre aquellos lejanos días de los ochenta con los que, a pesar de todo lo que se supone que he vivido y aprendido, comparto esta naturaleza necia y competitiva.
Por cierto, mi usuario es n1mh, por si alguien se anima.