El encanto de los libros de biblioteca está en las manos por las que han pasado. El libro que ahora leo está lleno de quemazones. Largas quemaduras atraviesan las páginas, una tras otra, como serpientes amarillas. Da la sensación de que el tipo ha usado el libro de cenicero. O que no le gustaba, y como venganza iba dejando un sendero de desprecio en la novela. Con los años, he ido extrayendo pequeños tesoros del interior de los libros: billetes de lotería, estampitas de la virgen, la publicidad de una tienda de petardos? Me gusta examinarlos con pulcritud de coleccionista, buscando una fecha, un nombre? pistas sobre sus anteriores poseedores.
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