Impresionante discurso de Neil Gaimain (lo leemos así, en español) sobre los libros, las bibliotecas y una figura casi nunca reconocida, los bibliotecarios (y bibliotecarias, no nos vamos a empantanar en disquisiciones de género).
Es muy difícil para mí no estar de acuerdo con todo lo que dice, porque me reconozco en la mayor parte del texto pero, especialmente en esta:
Otra forma de destruir el amor de un niño por la lectura, claro está, es asegurarse de que no haya ningún libro de ningún tipo en ninguna parte. Y no darles ningún sitio para leer esos libros. Yo tuve suerte. Tenía una excelente biblioteca local en el lugar donde me crié. Tenía el tipo de padres a los que podía convencer para que me dejaran en la biblioteca de camino al trabajo durante las vacaciones de verano y el tipo de personal bibliotecario al que no importaba que un niño pequeño, sin acompañar, visitara la biblioteca infantil todas las mañanas y rebuscara en el catálogo para encontrar libros de fantasmas o magia o cohetes, buscando vampiros, detectives o brujas o maravillas. Y cuando acabé con la sección infantil, empecé con los libros para adultos.
Eran buenos bibliotecarios. Les gustaban los libros y les gustaba que se leyeran los libros. Me enseñaron cómo pedir libros de otras bibliotecas mediante préstamos interbibliotecarios. No tenían ninguna actitud esnob acerca de lo que leía. Simplemente parecía gustarles que hubiera un niño con los ojos bien abiertos al que encantaba leer y me hablaban sobre los libros que leía, me buscaban otros libros de una misma serie; me ayudaban. Me trataban como otro lector ? ni más ni menos- lo cual quiere decir que me trataban con respeto. No estaba acostumbrado a que me trataran con respecto a la edad de ocho años.
Entre el viaje a la niñez, al olor a polvo y tinta vieja de la biblioteca, el recuerdo de todos los mundos que me abrieron aquellas páginas y las citas a algunos de mis autores favoritos, reconozco que me arrastra la melancolía. Pero el mensaje es claro: tenemos unas obligaciones, principalmente con los niños, para conseguir que sean mejores personas. Y la lectura es un muy buen camino para lograrlo.
De todos las obligaciones que enumera, esta me parece especialmente importante:
Tenemos la obligación de leer en voz alta a nuestros hijos. Leerles cosas que disfruten. Leerles cuentos que a nosotros nos cansan ya. De poner voces, de hacerlos interesantes y de no dejar de leerles simplemente porque hayan aprendido a leer por sí mismos. De usar los momentos de lectura en voz alta como momentos para estrechar nuestra relación(…)
Sé que los padres de mis tres sobrinos leerán estas líneas. Sírvales de amenaza constructiva ;).
Vía: Leer ficción para cambiar el mundo, en Fogonazos.
2 ideas sobre “la obligación de poner voces al leer un libro”
No puedo estar más de acuerdo con esta entrada, decir que me aplico el cuento con los enanos haciendo voces y dramatizando, a los niños les encantan los libros, pero para eso hay que dejar que los conozcan.
Diego, los mios ya tienen su carné de biblioteca y todo 😉
¡no esperaba menos de tí! Y sí, es cierto que hay que hacer que los enanos vean los libros como algo cotidiano y les pierdan miedo.
Cuando mi sobrino tenía seis meses, su tío favorito (:)) le puso en las manos un libro y un teclado de ordenador roto, sólo para que jugase a darles golpes. Luego empezamos con las imágenes y Pocoyó, pero hay que comenzar por algún sitio.
Besos