Coincidiendo con el Día Internacional del Libro y la celebración en Mérida del día de los derechos de autor, me propuse hacer algo diferente y liberé un par de libros por la ciudad.
¿Liberar? ¿Acaso caminan solos? Casi. La idea de liberar libros no es nueva, se trata de dar la oportunidad a otras personas para que lean los libros que a uno le dicen algo, de compartir la cultura y el conocimiento mediante préstamos a fondo perdido 🙂 . Pero, en una pequeña capital como ésta, estos movimientos no es algo que suceda a menudo, uno no se encuentra en la calle con libros que otros van dejando, sencillamente porque tiene un caracter muy minoritario, casi personal.
Así que, sacudida la apatía inicial, esa inercia que casi obliga a no hacer nada, seleccioné dos libros, los etiqueté en la web de bookcrossing y me fui al centro de Mérida para liberarlos. Los elegidos fueron Las enemigas, de Paulette Jiles y El año que tampoco hicimos la revolución, de Colectivo Todoazen. Reconozco que el segundo lo liberé por no ser capaz de leerlo, por resultar demasiado agotador para mí pero, por el contrario, el primero resultó interesante y bastante ameno de leer.
Al día siguiente pasé por la zona y no había ni rastro de ninguno de los dos. Uno espera que estas pequeñas acciones no hayan terminado en un contenedor (¡ni aunque sea de reciclado de papel!), ni roto y desperdigado por la acera, ni como libro de pega en una tienda de muebles, justo al lado de los lomos de cartón piedra de La Iliada.
Ahora, sólo queda esperar y ver si alguien añade alguna entrada en el diario de los libros.
2 ideas sobre “liberando libros por Mérida”
´Pero los dejaste tal cual, o era ya en un sitio que habías quedado previamente?, sólo fuiste tú o había más personas que hicieron los mismo?, sé que en otros sitios se intercambian libros dejándolos en un lugar concreto. Me parece una buena idea, aunque haya una parte de libros que no lleguen a su destino, pero merece la pena compartir, sean libros u otra cosa. Besinos
salí a caminar y los dejé donde me pareció un buen sitio. Uno, frente al edificio de la UNED y el otro en un pequeño parque. E iba sólo, por supuesto. ÿste es un ejercicio solitario en el que rara vez hay testigos. Suena hasta sucio, lo sé…
Lo de si llegarán a algún punto o no, es la duda que siempre queda y, quizá por optimismo, no me paro a pensar demasiado en ello. Es más rápido liberar los libros y esperar a ver qué pasa que andar buscando alguien idóneo para recibirlos. Además, encontrarse un libro por la calle siempre me ha ilusionado y me imagino que habrá gente igual.
besinos