London calling… – El sueño del mono loco
El sueño del mono loco Saliva, cinismo, locura, deseo…

London calling…

Hace diez años yo era un ferviente seguidor del software libre con experiencia, a pesar de mi edad, que trabajaba en lo que le gustaba y, de paso, se dedicaba a administrar sistemas. Estaba en el escalón más bajo de la pirámide pero era osado y tenia empuje. Hay épocas en las que parece que no hay barreras, límites y así eran aquellos días. Fue, además la temporada que más aprendí, gracias casi siempre al mítico naveiras, que ejerció de gurú, guía y consejero.

Fue, también, la época en que puse mis metas a la altura de mis sueños: quería trabajar en Google. Pensaba, ingenuo de mí, que mis conocimientos, mi bagaje era suficiente para convencer al buscador. Envié mi currículum varias veces, rastreé con esmero sus ofertas de empleo en la web e incluso traduje mi hoja de servicio al inglés, con la idea de terminar en las islas británicas. Todos los esfuerzos fueron baldíos y me empeñe en esperar una llamada telefónica que nunca se produjo.

Hasta la semana pasada.

El lunes recibí un email en linkedin, la red laboral, de un reclutador de google, interesándose por mi predisposición a un cambio de residencia, de país y de trabajo. Tienen, decía el correo electrónico, una necesidad que cubrir en Londres. Al igual que me sucedió con el gran sueño americano, tuve que leer varias veces el correo para creerme lo que leía. No era spam, tampoco era una broma y no me vendían nada… sólo podía ser cierto.

Mi respuesta volvió a ser afirmativa y, de nuevo, la espera de una respuesta se nos hizo eterna. eme, por su parte, dejó bien claro que prefería Chelsea sobre Nothing Hill y un apartamento coquetón, un loft blanco, luminoso y céntrico, sobre una casa. Fue, supongo, su manera de escapar a la ansiedad.

Un par de correos electrónicos más tarde, el reclutador quedó en llamarme el jueves, para charlar un rato. Dicho así suena extraño pero fueron sus palabras. Nada de entrevista, job appliance, ni nada por el estilo. Una charla, casi entre colegas de toda la vida, al más puro estilo Google, desenfadado y casual. Pintaba bien.

Pero, en la práctica todo resultó mucho más complicado, principalmente por la línea de teléfono. La conversación se produjo a trompicones, con una de las partes, yo, escrutando cada ruido tan atentamente como podía, incluso a pesar de perder una de cada cuatro palabras. Además, no fue una entrevista al uso (algo esperable por parte de esta compañía) y no hubo repaso de currículum, aficiones, hasta luego y, si nos gustas, llamamos otro día para hacer las preguntas técnicas. Aquí fue todo en uno, de hecho, la parte técnica fue lo que más tiempo llevó. Tampoco se anduvieron con rodeos a la hora de decir que no había respondido bien suficientes preguntas, cosa que agradecí, por aquello de evitar la espera sabiendo el resultado. Al cabo de algo menos de una hora, me encontré con una puerta cerrada y una advertencia: aprende y en un año volveremos a hablar.

Así que en poco menos de una semana he podido cumplir, en parte, un viejo sueño, uno de los más recurrentes e inalcanzables. Ahora, con estos pocos días en medio puedo decir que no terminé de creérmelo, no podía por más que lo deseara, porque aunque más viejo y veterano de más guerras, soy un poco más honesto. Sabía que no tenía ninguna oportunidad pero, ¡qué coño!, no iba a dejar de probar suerte.

Ahora ya puedo decir que me google me ha buscado para hablar de trabajo. ¡Hay mus! 🙂

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