los chinos, que tienen dos mil y pico años de experiencia en estas lides, le habrían cortado la mano en rodajas tan finas que podrían pasar por carpaccio, a lo largo de una semana y pico. Los mayas, en cambio, mucho menos delicados, le habrían arracado el corazón para comérselo aún palpitante. Los marinos británicos le habrían pasado por la quilla, que siempre fue uno de mis suplicios favoritos. Te ataban en la mitad de una soga y, situándote en la proa, te descolgaban por el exterior del barco, y te hacían atravesar el barco longitudinalmente, por debajo, mientras corrían por la cubierta arrastrando la soga. Era raro salir vivo de esa. La inquisición española, por su parte, tan especializada en el dolor, le habría aplicado el numerito de la jaula caliente, el abdomen y la rata hambrienta.
Lo cierto es que, ante tantas buenas opciones, uno no sabe por cual decidirse, en caso de cruzarse con el hijo de la gran puta que se entretuvo esta mañana rayando el lateral derecho del coche. A lo largo, en tres tramos muy marcados y a media altura. Como para pillarlo en mitad de la operación. Creo que sería capaz de construir un barco de tres palos y treinta metros de eslora para pasarlo por la quilla. Pero, en cualquier caso, estoy tranquilo porque ese cabrón se comprará un coche un día. Y, como quien no quiere la cosa, algún bastardo seguidor de viejas costumbres se encargará de sus laterales. Eso si no lo pilla alguien in fraganti antes.
Cabrones de mierda… Nueve días ha durado intacto el lateral. Y, como cuando compramos el coche tardaron dos semanas en rayar ambos laterales, ya estamos hasta los huevos de este sentimiento, a medio camino de la impotencia y el asco.
5 ideas sobre “venganza, tortura, dolor”
Vaya hijo de puta el que lo haya hecho, están las cosas como para que encima tengas que andar pasando por caja además del disgusto lleno de mala hostia que te llevas.Uff mejor no haberlo visto, créeme, sería mucho peor…
Lo mejor, un sistema automatizado y por control remoto que electrifique el coche. 20000 Voltios, 140 Amperios. El único trabajo que te darían ese tipo de energúmenos es el de barrer sus cenizas cuando vuelves al coche…
Si te sirve como consuelo este artículo de Reverte. «Cómo buscarte la ruina».Me despierta un ruido y miro el reloj de la mesilla de noche. Ha sonado en la planta de abajo. Así que cojo la linterna y el cuchillo K-Bar de marine americano ?recuerdo de Disneylandia? y bajo las escaleras intentando ir tranquilo y echar cuentas. Cuántos son, altos o bajos, nacionales o de importación, armados o no. Si estuviera en un país normal, este agobio sería relativo. Bajaría con una escopeta de caza, y una vez abajo haría pumba, pumba, sin decir buenas noches. Albanokosovares al cielo. O lo que sean. Pero estoy en la sierra de Madrid, España. Tampoco me gusta la caza ni tengo escopeta. Sólo un Kalashnikov ?otro recuerdo de Disneylandia? que ya no dispara. Por otra parte, una escopeta no iba a servirme de nada. Estoy en la España líder de Occidente, repito. Aquí el procedimiento varía. Mientras bajo por la escalera ?de mi casa, insisto? con el cuchillo en la mano, lo que voy es haciendo cálculos. Pensando, si se lía la pajarraca, si no me ponen mirando a Triana y si tengo suerte de esparramar a algún malo, en lo que voy a contar luego a la Guardia Civil y al juez. Que tiene huevos.Lo primero, a ver cómo averiguo cuántos son. Porque si encuentro a un caco solo y tengo la fortuna de arrimarme y tirarle un viaje, antes debo establecer los parámetros. Imaginen que descubro a uno robándome las películas de John Wayne, le doy una mojada a oscuras, y resulta que el fulano está solo y no lleva armas, o lleva un destornillador, mientras que yo se la endiño con una hoja de palmo y pico. Ruina total. La violencia debe ser proporcionada, ojo. Y para que lo sea, antes he de asegurarme de lo que lleva el pavo. Y de sus intenciones. No es lo mismo que un bulto oscuro que se cuela en tu casa de madrugada tenga el propósito de robarte Río Bravo que violar a tu mujer, a tu madre, a tus niñas y a la chacha. Todo eso hay que establecerlo antes con el diálogo adecuado. ¿A qué viene usted exactamente, buen hombre? ¿Cuáles son sus intenciones? ¿De dónde es? ¿A qué dedica el tiempo libre?? Y si el otro no domina el español, recurriendo a un medio alternativo. No añadamos, por Dios, el agravante de xenofobia a la prepotencia.Pero la cosa no acaba ahí. Incluso si establezco con luz y taquígrafos los móviles exactos y el armamento del malo, un juez ?eso depende del que me toque? puede decidir que encontrártelo de noche en casa, incluso armado de igual a igual, no es motivo suficiente para el acto fascista de pegarle una puñalada. Además hay que demostrar que se enfrentó a ti, que ésa es otra. Y no digo ya si en vez de darle un pinchazo, en el calor de la refriega le pegas tres o cuatro. Ahí vas listo. Ensañamiento y alevosía, por lo menos. En cualquier caso, violencia innecesaria; como en el episodio reciente de ese secuestrado con su mujer que, para librarse de sus captores, les quitó el cuchillo y le endiñó seis puñaladas a uno de ellos. Estaría cabreadillo, supongo, o el otro no se dejaba. Pues nada. Diez años de prisión, reducidos a cinco por el Tribunal Supremo. Lo normal. Por chulo.Imaginemos sin embargo que, en vez de cuchillo, lo que esta noche lleva el malo es una pistola de verdad. Y que en un alarde de perspicacia y de potra increíble lo advierto en la oscuridad, me abalanzo heroico sobre el malvado, desarmándolo, y forcejeamos. Y pum. Le pego un tiro. Ruina absoluta, oigan. Sale más barato dejar que él me lo pegue a mí, porque hasta pueden demandarme los familiares del difunto. Otra cosa sería que el malo estuviese acompañado. En tal caso, nuestra legislación es comprensiva. Sólo tengo que abalanzarme vigorosamente sobre él, arrebatarle el fusco, calcular con astuta visión de conjunto cuántos malos hay en la casa, qué armamento llevan y cuáles son las intenciones de cada uno, y dispararle, no al que lleve barra de hierro, navaja empalmada, bate de béisbol o pistola simulada ?ojito con esto último, hay que acercarse y comprobarlo antes?, sino a aquel que cargue de pistolón o subfusil para arriba. Todo eso, asegurándome bien, pese a la oscuridad y el previsible barullo, de que en ese momento el fulano no se está dando ya a la fuga; porque en tal caso la cagaste, Burlancaster. En cuanto al del bate de béisbol, el procedimiento es simple: dejo la pistola, voy en busca de otro bate, bastón o paraguas de similares dimensiones y le hago frente, mientras afeo su conducta y le pregunto si sólo pretende llevarse las joyas de la familia o si sus intenciones incluyen, además, romperme el ojete. Luego hago lo mismo con el de la navaja. Y así sucesivamente.El caso es que, cuando llego al final de la escalera, comiéndome el tarro y más pendiente de las explicaciones que daré mañana, si salgo de ésta, que de lo que pueda encontrar abajo, compruebo que se ha ido dos o tres veces la luz, y que el ruido era del deuvedé y de la tele al encenderse. Y pienso que por esta vez me he salvado. De ir a la cárcel, quiero decir. Traía más cuenta dejar que me robaran.
Bueno, no queda otra que olvidarlo, tómalo con cierta tranquilidad, siempre hay algún energumeno suelto. ¡¡¡Genial¡¡ El artículo de Perez Reverte, no lo había leído y me a encantado. Besinos
Por fin, unos días después del suceso y mucho más calmado, puedo responder sin soltar espumarajos por la boca.
Muchas gracias a todos, por los ánimos y los comentarios pero ya tengo apalabrado un «guardia de seguridad» que usa un AWM/P y que tiene un lugar en algún tejado cercano. Eso sí, recomiendo no pasar junto a mi coche con unas llaves en la mano, por si acaso… 😉
besinos (para mamá), abrazos para el resto.